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fecha: 2024-08-05
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Ayer me acabé de leer el libro The Mandibles. Tras años de ignorar la orden de Odell (*The Mandibles, then Bitcoin Standard*), el viernes pasado decidí darle un intento y me lo he merendado en tres días.
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La lectura me dejó muy mal cuerpo porque el escenario es aterrado y también extremadamente realista. De hecho, no diría que la historia del libro esté ubicada en un futuro cercano: ya estamos en el libro, simplemente en los primeros capítulos.
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El libro es duro porque muestra cómo la vida de la gente se va desmoronando a medida que el sistema financiero, y la sociedad con él, se caen a trozos. Tanto de los ricos como de los pobres. No se puede escapar a que la gente a tu alrededor deje de ser productiva. El dinero no deja de ser una opción de compra sobre la riqueza de la sociedad: si todo el mundo pone los pies en alto, tu dinero no tiene nada que comprar.
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El libro estimuló la ansiedad que siento porque no tenemos presencia en un segundo país. Nuestra riqueza en Bitcoin nos permitiría sin problema escapar de corralitos, defaults y controles de capital. Pero de nada servirá ser los ricos en un vertedero. Si las cosas se van a la mierda de verdad en casa, para esquivar la bala completamente, hemos de conseguir salir de ahí e irnos a otra zona del mundo que no quede tan afectada. Y hacer eso de sopetón puede ser dramático. Lo ideal sería tener un segundo país además de España, que tenga libertad y la menor relación posible con España. Y en él, tener arraigo y capital social y personal acumulado: conocer el idioma, tener papeles, cuenta de banco, tener contactos. Para que aterrizar sea aterrizar, y no hostiarsela. No deja de venirme a la cabeza Tailandia.
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El libro también me ha hecho pensar sobre la herencia de mis padres. A decir verdad, ya había estado macerando este tema un poco estas últimas semanas, y el libro quizás simplemente lo ha agitado. Desde que me hice adulto, siempre he vivido mi vida ignorando el patrimonio de mis padres. Actuando en base a que no voy a recibir nada, y que yo tengo que ganarme lo mío. Me sigue pareciendo la mejor forma de vivir, y estaré encantando con que mis padres decidan fumárselo todo antes de irse a la tumba, o donarlo a un santuario de periquitos albinos. Pero desde que Eli está embarazada, he empezado a pensar en nuestro hijo. Cuando nazca, cada día tendremos que economizar entre ahorrar para el futuro, o invertir en él. Como todos los ejercicios de economizar, será duro. Pero no es eso lo que me preocupa. Lo que me preocupa es sentirme imbécil si, dentro de 10, 20, o 30 años, nos vemos flotando en dinero por haber ahorrado disciplinadamente, escatimando en invertir en nuestro hijo, y entonces cae una herencia encima que no nos hace ya ninguna falta. Y entonces arrepentirme de no haber comprado ese juguete, haber contratado a ese profesor de inglés, haberme dado un verano sin trabajar para poderle enseñar a ir en bici, y a programar un arduino, y hacer dominadas.
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Creo que hablaré con mis padres cuando pase el verano de este tema. Puede ser una conversación extraña, ya que nunca hemos tocado este tema en absoluto. No sé como se lo tomarán. Pero es lo que quiero hacer, así que se hará. |