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| 2023-12-22 |
Cuando me he despertado esta mañana, Eli ya estaba en marcha. Al decirle buenos días, me ha respondido con un hilillo de voz y he captado rápidamente que algo no iba bien. Cuando le he preguntado qué pasaba, me ha dicho que estaba triste y que tenía algo de ansiedad. Cuando esta muchacha tiene ansiedad, es porque alguno de sus miedos, inseguridades u otros fantasmas la está destrozando por dentro, así que me he puesto en guardia al instante. Cuando le he achuchado para que se sincerase, hemos abierto la fosa sétpica de mierda: la situación con su trabajadora Laura y las finanzas de la clínica la están superando.
Aparentemente, Laura ha pasado de la amigable trabajadora que hace bien las cosas a sindicalista que va con los derechos positivos y la normativa por delante. Espera de Eli unas condiciones de ahora en adelante que suponen un torpedo directo a la linea de flotación de la clínica. Eli tiene el corazón partido: su negocio se acerca al precipicio, y la única trabajadora que le había dado un poco de amor y buen rollo la ha abandonado a su puta suerte, dejando claro que la sangrará viva para su propio beneficio.
Ha roto en llanto desesperado, frustrada por la injusticia. Frustrada porque la crujan a impuestos, porque los trabajadores puedan mangonearla de cualquier manera, por la soledad de querer sacar su negocio adelante y porque las únicas posturas que el resto de las personas toman hacia ella y su negocio son, o bien la indiferencia más absoluta, o comerle las tripas mientras sigue viva como hienas miserables. La he tenido que consolar con calma para evitar que perdiese los papeles completamente mientras un destello de furía se despertaba dentro de mi.
Eli es otro Atlas más, como Dagny Taggart, Hank Rearden y Ellis Wyatt, y está cerca de rebelarse. Estos años de experiencias llevando la clínica, de conversaciones políticas, de conocer a gente afín a sus ideales, de escapar más allá de su reducto de amigos desalmados y vacíos de toda virtud, han ido calando y han acabado en hoy: en la clara realización de que vive rodeada de miserables, saqueadores y parásitos, que no son capaces de ni de brillar ellos mismos, ni de dejar que los demás brillen. Y en la desesperación más absoluta, sintiendo que vive en un mundo dónde nada de lo quiere perseguir se puede hacer porque la van a hundir. Porque las sanguijuelas la matarán a base de desangrarla antes que dejar de chupar.
Hoy he visto al colectivismo poner de rodillas a la persona que más quiero y reducirla a un trapo de mocos y miedos. Y siento que un switch ha cambiado de posición dentro de mí. Que he pasado a un nuevo estadio del cual no quiero volver. La coincidencia de que ahora está leyendo Atlas Shrugged y que esté a mitad del segundo capítulo es divertida. Creo que la caida de la clínica puede ser mi John Galt particular.