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@ -11,6 +11,7 @@ Para mi:
- Cuadro Francisco d'Anconia's Money speech
- https://cutlaser.es/grabado-laser/grabado-laser-marmol/
- Funda de cuero Framie "Non mi snudare senza ragione, non m'impugnare senza valore"
- Unos cuchillos chuleteros de arcos: https://www.arcos.com/es_ES/juego-cuchillos-mesa-807010
- NFSU2 para la gamecube
- Una riñonera de cuero
- Una correita de mano para Mino

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fecha: 2024-05-22
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Ayer fuí a un notario por primera vez en mi vida.
Hace un par de semanas solicité un préstamo en Myinvestor. No necesito el dinero. Es un préstamo diminuto, de 5000€ a 12 meses, pignorando fondos de inversión, que he hecho con el único proposito de familiarizarme con el proceso de solicitud y la operativa de Myinvestor para este tipo de préstamo.
Para poder cerrar el contrato, tocaba pasar por el notario a firmarlo. Así que para allá que fuí.
El notario que eligió el banco fué Ramon Garcia, con oficina en Diagonal 490. El edificio está en la esquina montaña-Besos del cruce de Diagonal con Balmes. La entrada de la finca era enorme, con un techo de al menos ocho metros, y espacio de sobras para que entrase un camión de la basura entero. Me acerqué al portero para preguntarle dónde estaba el notario, y me dirigió al principal segunda.
Una vez entre dentro, aterricé en un piso de alto standing del Eixample. De los de estilo clásico: techos de cinco metros, mucho marmol y hierro forjado, ventanales amplios a los patios interiores, balcones entre diferentes pisos. Los elementos decorativos más volátiles del mobiliario eran mucho más modernos y de mal gusto, aunque lujosos.
Me dirigí a la recepción, donde encontré tres muchachas trabajando que bien podrían haber pasado por tres gogos de Pachá, perfectamente disfrazadas en atuendo de oficina. Impecable. Hice checkin y se puso en marcha la maquinaria burocrática. Mientras la maquinaria hacia sus acrobacias, me aparqué en una sala de espera a unos metros de la recepción, donde pude aburrirme un rato.
Mientras esperaba, observe el panorama, la fauna y las dinámicas locales. La mayor parte de la tropa que habitaba la oficina iba elegante, con igualdad de representación entre perfiles tipo Bonanova, pasta vieja y pintas clásicas, y otros más modernos que se atrevían a osadías como no llevar corbata. Estoy bastante seguro de que yo era el único ser vivo de la sala que se lavaba su propia ropa metiéndola en una cochina lavadora en lugar de llevándola a la tintorería.
El trajín era ajetreado, con aspecto de prisas, conversaciones concisas, gente con cara de estresada. Las recepcionistas ponían cara de póker mientras les iban cayendo petición tras petición. María por favor, los documentos de Ramón en la tercera y que Ana se aseguré de que todo esté copiada. Gloria, llama al señor Rocabert y avísale de que todo esta listo para su firma. Era como si el director de una película ambientada en Wall Street le hubiese dado indicaciones a los extras de cómo tenían que actuar para darle ambientillo a un supuesto trading desk.
Pasados cinco minutos, la misma muchacha que me atendió en recepción me indico que mi sala estaba lista. La sala como objeto con estado propio le daba al asunto el mismo ambiente que cuando te van a operar y te indican que ya está el señor cirujano listo para acuchillarte. Me devolvió mi DNI y me enfiló en un pasillo, al final del cual estaba la sala.
La sala era enorme. He tenido pisos más pequeños. La decoración era bastante minimalista, aunque el mobiliario tenái ese toque de lujo y modernidad hortera igual que los que había visto en el resto de la oficina. Más o menos en medio de la sala, con varios metros de distancia a las paredes y columnas más cercanas, había plantado un armario de madera enorme, con decoraciones orientales, que no pegaba ni con cola. La estrella de la sala era una mesa de reuniones del tamaño de unas tres camas de matrimonio, con más de una docena de sillas alrededor de la misma. Me senté de espaldas a la puerta por donde había entrado, como si no tuviese problema en dejarme degollar por el señor notario cuando llegase.
Pasado un minuto, aterrizó agilmente una cincuentona enfundada en una traje rosa chicle que le iba enorme. Supongo que será la moda ahora, pero a mí me parecia que le había robado el traje a Pau Gasol. Por sus andares, el sonido sobre el parquet y su estatura claramente por encima de la media de las mujeres españoles, concluí que debía llevar unos tacones de dos palmos. Me pregunto si tendrán alguna jerarquía oficial o no escrita sobre alturas de tacones entre los jerifaltes como esta notaria y las esbirras de la recepción.
La mujer fué al trapo, cosa por la que en primer lugar estoy muy agradecido ya que así no perdiamos el tiempo, y en segundo lugar comprendía perfectamente porque es una gilipollez gorda por parte del banco hacernos pasar por el notario para una mierda de préstamo de cinco mil euros. Entro en materia directa, que básicamente es el absurdo que ya otros me habían narrado en sus experiencias notariales: me leyo por encima los cuatro números importantes del contrato, que yo evidentemente ya sabía y conocía, y procedió a indicarme donde tenía que firmar sin ni tan siquiere plantear la posibilidad de que yo quisiese leer algo. Fuí un don nadie feliz y eché las firmitas sin ni media intención de ponerme farruco con que quería revisar los papelos. Hubiese sido divertido, aunque poco práctico, tocarle los cojones a la señora notaría y hacerle ganarse el sueldo pidiendo que me leyese todo bien. Que no tenía yo muy claro como iban estas cosas de las prendas y las pignoraciones, y mi madre me había dicho que no firmase nunca un papel que no entendiese sin una explicación, aunque tampoco la entendiese. Lo dejaremos en el cajón de fantasías.
Ejecutado el acto firmativo, la notaria se quedó con los papeletes y procedió amablemente a acompañarme hasta la salida y desearme un buen día. Me imagino que será política de la casa chutar a todo el mundo de forma amable y diligente. Con semejante oficina del tamaño de un ministerio, sería fácil que algún firmante septuagenario se te perdiese por los pasillos y empezase a tirarle los tejos a alguna de las recepcionistas de escaparate.
Salí contento de haber ido a toda pastilla, divertido por el despliegue de pomposidad y gravedad de ese pequeño circo, y más convencido que nunca de que a todos nos irá mucho mejor cuando jubilemos a toda esta tropa a base de matemáticas, silicio y mala hostia. No saben la que se les viene encima.
Dicho esto, a pesar de lo barroco y empalagoso del ambiente, y el sin sentido y arcáico tramite, prefiero estar en un sitio así que en una oficina de funcionarios.

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Un PDF que muestra las cuentas anuales para 1902 de US Steel, la mayor compañía de Estados Unidos en aquella epoca. La compañía fue fundada por Andrew Carnegie, cuya figura me recuerda bastante a Hank Rearden.
Un dato interesante: las ventas brutas fueron de 560 millones de USD. Para comparar, las ventas brutas de Apple en 2023 fueron de 383,000 millones de USD, 683 veces más.