hojas/hojas/20240817.md

---
fecha: 2024-08-17
---

Estoy en Viladrau, digiriendo una boloñesa que he comido al mediodía. Me ha salido tremenda y me he empachado. Absolutely worth it, tho.

Esta mañana, Eli y yo hemos cogido el Mitsubishi de Toni y Bea y hemos salido hacia Vic a zascandilear un poco. Hemos parado en la Barita a desayunar, y hemos descubierto que se come de miedo y por cuatro duros. Me hace gracia pensar que cené allí hace casi veinte años, y hoy he vuelto a pisarlo. Me pregunto si, qué sé yo, dentro de cuarenta años me encontraré tomando una cerveza en el Soundgarden de Amsterdam una vez más. Hay días en que el mundo parece muy grande, y en otros muy pequeño. Después de pelearme con mi butifarra, hemos cogido el coche y hemos continuado nuestro camino hacia Vic. 

Saliendo del túnel del Eix, la plana de Vic ha aparecido delante nuestro en un día radiante. Muy verde, después de una semana de tormentas de verano. Mis padres siempre hablan despectivamente de ella. "Ese sitio frío y neblinoso. A quién se le ocurriría vivir allí". 

Pues resulta que a mí. La plana de Vic me gusta mucho. Me gusta que sea planita, y no haya que sufrir los desniveles propias de la alta montaña. Me gustán los campos y las explotaciones ganaderas que hay aquí y allá. Ni muy enganchadas, ni demasiado escasas. Una densidad casi Holandesa. Me gusta la sensación de estar recogido entre las montañas. Las casitas que tiene la gente. Cómo nunca hay atasco en ningún lado. La sensación de rural, sin sentirse inhóspito en absoluto. Cerca de Barcelona, pero con suficiente gravedad propia para no estar orbitándola.

Estos últimos años, ha ido creciendo en mí una serena capacidad de distanciarme de las opiniones de mis padres. Poco a poco, he sido capaz de observar y desgranar cómo muchas ideas y formas que tenía por mías eran realmente surcos que mis padres habían dejado en mí. Y al observarlas de una forma más consciente, me he vuelto capaz de decidir que algunas de ellas no me gustaban, y de tirarlas por el desague. Creo que la fuente de esto está el progreso, con la vejez y la sabiduría, de perderle el respeto a los padres. Paso a paso, a medida que me voy gastando, les veo más defectos. Vivo fases de la vida que ellos vivieron, y veo cómo se equivocaron. Y conecto el hoy con ese ayer que no ví pero intuyo. De aquellos polvos, estos lodos.

Total, que mientras conducía el tanque de mis suegros hacia el centro de Vic, observaba las casas pensando en cómo Vic me parece un lugar bonito para pasar una época tranquila de nuestra vida. Entonces Eli me ha dicho espontáneamente que a ella también le gusta mucho la plana, y que se ve viviendo en ella.

Hemos llegado a la zona donde siempre dejamos el coche. En el lado sur del Mèder, tocando a la catedral. Desde allí, hemos cruzado el puente a pie y hemos paseado tranquilamente hacia la Plaza Mayor. Como es sábado, habían paraditas en la Rambla y en la propia Plaza. Un poco de todo, sin nada especialmente interesante: verduras, ropa de mercadillo, cueros y cachibaches de cocina. Quizás la única parada interesante era una mujer que vendía aves. Tenía gallinas bien hermosas, algunas palomas y tórtolas, y unos patitos pequeños muy graciosos.

Los edificios de esa plaza me gustán mucho. Me gustán sus fachadas en piedra con decoraciones góticas un tanto sobrecargadas. La falta de ángulos y proporciones perfectas y la variedad de tamaños y alturas de los edificios le dan un toque basto. Se nota que es una plaza construida por el pueblo y por fascículos, y no por decretazo.

Después de pasearnos por todas las paradas, hemos entrado en un bar para tomar un café y descansar unos minutos. Eli se ha ido al baño y mientras tanto yo le he pedido dos cafés al chaval del bar. Al volver, Eli tenía los ojos saltones y aguantaba la respiración. "Han salido los resultados". Se refería a los resultados de la prueba del ADN de Kangoo que habíamos hecho hace un par de semanas. 

"Quieres verlos?" En ese momento, el cuerpo se ha puesto en alerta. Se me ha cerrado el estómago repentinamente, las fosas y los pulmones se han abierto de par en par, y los sentidos se han agudizado. Sabía perfectamente que los resultados iban a llegar en cualquier momento. Pero bueno, supongo que saber que te vas a guantear con un gorila no quita que se te ponga el culo prieto cuando llega el momento, por más antelaciones y avisos que gastes.

Le he dicho a Eli que sí. Con total serenidad, la fiesta siempre por dentro. Desde hace ya tiempo, estoy asumiendo el rol de ser el puntal emocional de la pareja. El que nunca pierde los papeles, el que siempre ve las cosas claras, el que lleva el timón cuando hay tormenta. Me gusta hacerlo.

Eli ha descargado el PDF de su correo y, en lugar de mirarlo, me ha pasado el móvil para que lo mirase yo. El PDF tenía varias páginas, con mucha paja. Pero yo ya sabía lo que buscaba, porque aparentemente esta escena es tan frecuente en las parejas embarazadas que el modus operandi se ha hecho vox populi: en alguna parte tenían que estar listadas todas las desgracias que nuestro hijo podía llevar, y al lado, el resultado cómo un semáforo: verde bien, naranja mnyéh, rojo mal.

Después de bajar unas páginas, lo he visto. Todo verde. Sexo femenino.

Tranquilo, sabiendo ya que no iba a ver a Eli desmoronarse de golpe, le he pasado el teléfono de vuelta con una sonrisa. Se lo ha enganchado a los ojos con cara de compungida y, mientras procesaba el resultado a la vez por la vista y por los oidos mientras yo se lo aclaraba, su expresión ha cambiado a la más profunda de las relajaciones. 

Y así es como hemos descubierto que vamos a tener una hija.